jueves, 18 de octubre de 2012

Nacionalistas y abertzales muy cerca del triunfo en Euskadi

Como cada cuatro años uno de los protagonistas de las elecciones vascas será el fantasma de la independencia de manos del PNV y también de Bildu, que en el caso del PSE se convierte en la petición de un Estado federal. Pero en esta ocasión se ha sumado un tema más: la crisis económica que también está afectando al País Vasco.


- PSE: Patxi López: el actual lehendakari obtuvo en las elecciones de 2009 varios escaños menos que el PNV, la fuerza más votada, pero se hizo con el puesto gracias al histórico pacto con el PP de Antonio Basagoiti. López propone perseguir el fraude y realizar una reforma fiscal en profundidad y acusa al PNV de querer hacer todo lo contrario para mantener los privilegios de ciertos colectivos. Ha negado rotundamente un posible pacto con Bildu, partido desde donde a su vez se afirma que ya ha llegado en secreto a un acuerdo con el PNV, que va en cabeza al menos en la encuesta de intención de voto realizada por el Gobierno vasco, seguido precisamente por EH Bildu. Así, el voto para el PSE depende, en buena medida, de los indecisos. Sobre este posible entendimiento con el PNV el actual lehendakari afirma que eso es algo que "está fuera de la realidad", ya que los nacionalistas buscan fracturar la sociedad vasca. López también ha admitido que Euskadi se halla endeudado para poder "sostener los servicios públicos" de la región, pero que esta continúa siendo solvente. No apoya la hipotética independencia de la Comunidad que gobierna porque sería algo devastador para las empresas vascas, en su mayoría exportadoras, sumado al desastre que supondría la salida de Europa y por tanto del euro.


- PP: Antonio Basagoiti: el popular tampoco se plantea un pacto con el PNV, ya que defiende la Constitución, es decir, la unidad de España. Coincide con sus actuales socios en Ajuria Enea en que la independencia llevaría a Euskadi a la ruina y en que Urkullu ni siquiera la ha pedido expresamente, aunque se note que es lo que quiere. Basagoiti sigue reafirmándose en que ETA aún no ha muerto y en que hay que seguir luchando contra la organización terrorista, y lo hace con más fuerza aún para contrarrestar el efecto negativo que ha tenido la excarcelación del etarra Bolinaga, aprobada por su partido en Madrid, y evitar perder votos hacia UPyD, partido contrario a cualquier concesión a los terroristas. Tras esto el PP vasco ha intentado acercarse más a las víctimas de ETA y ha conseguido incluir en la lista de Guipúzcoa a la simbólica Pilar Elías. Aun estando en contra de los soberanistas su enemigo principal es Bildu y evita coincidir en cualquier acto con los dirigentes de este partido, salvo en el debate televisado. Precisamente en este evento Basagoiti aprovechó para recordar a la audiencia que Laura Mintegi, la candidata de EH Bildu, se presentó a unas elecciones europeas por HB cuando ETA cometió la matanza de Hipercor en Barcelona, en junio de 1987.


- EH Bildu: Laura Mintegi: según las últimas encuestas la coalición abertzale, formada por EA, Aralar y Alternatiba, será la primera o la segunda fuerza más votada, algo sorprendente si se tiene en cuenta que serán sus primeras elecciones autonómicas tras ser legalizada en mayo de 2011, lo justo para presentarse a las elecciones municipales, en las que arrasaron en Guipúzcoa. Tanto Mintegi como los representantes de las otras dos provincias vascas han sido elegidos en buena parte por no tener un pasado político con el que se les pudiera relacionar. Es solo un lavado de imagen, ya que las ideas son las mismas: pretenden la independencia de Euskadi y su integración en Europa. Entre sus propuestas están el colocar a Julen Arzuaga, abogado de presos de ETA, al frente de la nueva Consejería de Libertades Ciudadanas, resultante de la fusión de Interior y Justicia. Respecto a la banda terrorista, en el debate televisivo Mintegi no quiso condenar las muertes causadas por la violencia etarra con la justificación: “Si condeno a ETA, usted me pedirá que condene las guerras carlistas y así sucesivamente”.


- PNV: Íñigo Urkullu: el líder peneuvista ha tenido que llenar el vacío que dejó Ibarretxe tras su salida en 2009, que cerraba tres décadas de gobierno nacionalista en el País Vasco. El mazazo fue duro en ese momento, pero el PNV ha sabido renovarse y levantarse y casi da por hecho que ganarán estas elecciones. Moderado su soberanismo, proponen "un nuevo marco político", sin matizar más, entre Euskadi y España, para el que habría que cerrar muchos acuerdos. Tanto PP como PSE han intentado que explicara algo más sobre este marco, pero no lo consiguieron hasta esta semana, cuando Urkullu afirmó que el PNV estaba "a favor de la independencia del siglo XXI". Urkullu, acusado por Patxi López de tener un plan oculto con recortes sociales, fue elegido por mayoría absoluta presidente de su partido el pasado enero, pero abandonará dicha presidencia si es proclamado lehendakari.


- UPyD: Gorka Maneiro: como su presidenta, Rosa Díez, Maneiro militó anteriormente en el PSE. Siguiendo el ejemplo de su partido en todos los lugares donde tiene representación ha propuesto múltiples iniciativas (más de 500 en esta legislatura, si bien con poco éxito) desde el Grupo Mixto, ya que su formación solo consiguió un diputado en las últimas elecciones. Combativo y firme, Maneiro no ha cedido un ápice a la hora de defender la Constitución y de no ceder ante nacionalistas, abertzales o terroristas. Esto ha hecho que el resto de partidos hagan lo posible por aislar a UPyD, que sin embargo va cosechando votantes desencantados de otras formaciones. Maneiro está de acuerdo con el PSE en temas como la reforma fiscal, pero promueve además otras, como reducir el número de instituciones y altos cargos. Defensor de la Constitución y sus símbolos, entre ellos la bandera y la lengua, también defiende la memoria de las víctimas de ETA y apoya la lucha contra los terroristas renegando de cualquier tipo de negociación con los mismos.


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"Malo será"


Hablar de Galicia es hablar de prejuicios. Mientras media España sigue defendiendo ese viejo discurso de "los gallegos son todos unos peperos", la otra media se atreve a defender que la muerte de Fraga ha supuesto un antes y un después en nuestra política autonómica. Lo cierto es que los gallegos ni son tan tontos, ni tan calvos. 2012 ha supuesto un cambio significativo en la tendencia al voto electoral. Lejos quedan aquellas campañas electorales de partidos unitarios dispuestos a ganar mayorías absolutas con el único argumento de la tradición. Hoy hace falta más, mucho más. Y es que esta comunidad de más de dos millones y medio de ciudadanos, ha aprendido a mirar fuera de sus fronteras para aprender a valorar lo que tiene dentro. Y eso no lo provocan ni unos partidos, ni unas elecciones. Eso sólo lo activa una población con mayor capacidad crítica que se ha visto obligada a emigrar para sobrevivir.

Durante los últimos sesenta años la historia de Galicia se escribe con dos palabras: campo y éxodo. Los pocos que lograban quedarse en su tierra lo hacían preocupándose más por cuidar su economía de subsistencia, que por votar en unas elecciones llenas de "pucherazos". La falta de información y posiblemente la falta de una educación crítica vaciaban de todo valor ético cualquier elección electoral. El señor Fraga Iribarne sabía bien de estas características y las aprovechaba a su antojo. Comilonas preelectorales para la tercera edad, un lenguaje cercano y una imagen carismática (para bien, o para mal). Con eso bastaba.

En la última década esta población "adormecida" de la que hablaba el poeta Castelao ha despertado. Y el cambio no viene dado exclusivamente por la muerte de Fraga. El cambio ha sido posible gracias a la apertura de miras de esta comunidad al exterior. La gente, y sobretodo los jóvenes, seguimos marchándonos. Pero cuando volvemos, lo hacemos con la seguridad de que estamos a tiempo de cambiar las cosas. Nuestros padres han aprendido a valorar y reconocer la mentira. Y en muchos casos, nuestros abuelos han entendido que subsistir no es sinónimo de vivir. Anhelamos más y es ese anhelo el que nos permite ir a votar con conciencia. Una conciencia que lamentablemente sigue sosteniéndose más en las ideologías que en lo hechos.

Y en este caldo de cultivo sociológico, cada partido ha sabido encontrar su propio refrán gallego. El PP se ha estancado en ese cómodo "malo será...". El PSdG no puede dejar de repetirse "Agora xa foi Marica non chores" (algo que podría traducirse al castellano como "A lo hecho, pecho"). Y el resto... el resto se engloba en un complicado "a río revolto, ganancia de pescadores".

Los del "malo será..." saben que cuentan con varios puntos a su favor. Tienen un candidato que transmite una imagen urbanita capaz de atrapar votos jóvenes. Siguen contando con la mayoría del voto envejecido y los datos de falsificaciones en las cuentas públicas recientemente publicados no les afectan. Así es fácil pensar en una nueva mayoría absoluta. Sin embargo, si cualquiera se acerca a un mitin del PP gallego descubrirá que la imagen de Fraga sigue muy presente. Reminiscencias a su política, el mismo tipo de dialéctica y una utilización arcaica del miedo a los nacionalismos para asustar a unos simpatizantes conformistas.

Los de la lástima tardía... digamos que siguen encontrando su candidato. Piensan más en el futuro que en el presente. Cuatro años han tenido para elegir a un candidato que transmitiese imagen de marca y viendo el resultado, mucho no han conseguido. "Pachi" Vázquez, el representante del PSdG debe estar agradecido a Feijóo. Si este último no hubiese convocado elecciones anticipadas, seguramente él no hubiera sido el candidato electo. Un hombre sin carisma, desconocido en las zonas rurales ( y eso en Galicia es más de la mitad de territorio) y que ha articulado toda su campaña en base a libros de texto y hospitales. Sería perfecto si en esas demandas de servicios sociales apareciesen referencias al resto de políticas públicas (ley de dependencia, sin ir más lejos y de la que apenas se ha hablado), pero no. Es más fácil reflejar la preocupación por las políticas públicas y sus recortes en grandes eslóganes publicitarios y luego no desgranar los planteamientos de fondo. Si a esto le añadimos que a Vázquez le falta apoyo de su propio partido a nivel nacional, se entiende que la pérdida de votos de los socialistas en Galicia será cuanto menos histórica. Ya es tarde para plantearse soluciones, ahora vendrán los llantos. Esperemos que en los próximos cuatro años de previsible gobierno popular sepan actuar con valentía.

Y los del caótico océano pluripolítico. Aquí si que encontramos la novedad de estas elecciones. Y ojalá algún gallego tuviese claro quién es cada quién. Por un lado el hegemónico BNG con Jorquera a la cabeza. Un hombre inteligente y preparado, pero desprovisto del "aquí estoy yo" que arrastraba Beiras. Por el otro, ANOVA, la formación de izquierda que aglutina el nuevo partido nacional-comunista de Beiras, a Esquerda Unida y a EQUO. Y por el otro, la tercera escisión del BNG denominada Compromiso por Galicia que tiene una línea más socialdemócrata. Y para rematar el jaleo, los "paracaidistas de la política" en palabras de Feijóo: UpyD y el partido de Mario Conde. Conclusión: un amplio abanico político que provocaría más de una pelea en el parlamento gallego si tuviesen que pactar. Previsiblemente, Beiras logrará su objetivo y obtendrá un resultado envidiable con ANOVA, quitándole así votos a su antiguo partido (BNG). Y eso que el personaje sigue soltando las mismas joyas que cuando estaba en su otro partido. La última proclamando esta misma semana en su twitter que "Feijóo lleva matadas en Galicia a más personas que ETA en España".

Por todo ello, el domingo será un día de análisis complejo. Y no solo político, porque si las cosas no cambian, el PP obtendrá su segunda mayoría absoluta consecutiva desde el fiasco del bipartito. El análisis será también sociológico. ¿Habrán aprendido los gallegos a mirar con perspectiva fuera de las fronteras lucenses y ourensanas? Si es así, muchos votarán con la conciencia de que en estas elecciones no sólo se juega una comunidad, se juega la continuidad de las medidas de Madrid. Y si es así, muchos de sus ciudadanos que han aprendido lo que es estar lejos, sabrán valorar que lo importante no es quien gobierne, sino cómo lo haga. De nada sirve haber madurado si en nuestras cabezas siguen los estereotipos. De nada sirven las mentiras si sólo miramos con ideologías a los partidos. Y de nada sirve avanzar, si nuestro pasado pesa más que nuestro futuro. Somos la comunidad de la "morriña" y del "saír adiante". Quizás ha llegado el momento de merecernos más.



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jueves, 4 de octubre de 2012

La manifestación de la inteligencia

Se acerca el otoño. Los intereses políticos empiezan a pesar más que los propios programas electorales. El miedo al cambio asusta. Y en medio de este terreno árido lleno de hojas caducas, la inteligencia se convierte en el único camino hacia la salvación. Cristina Cifuentes lo sabe y por ello esta semana ha demostrado que no le importa tanto generar disputas en torno a su persona, como provocar un debate inteligente que salve al PP de las iras callejeras invernales. Una política que antepone el partido, a su cargo. Aunque ello no excluya asegurarse un puesto en la política nacional a largo plazo.

Y es que la delegada del gobierno en Madrid afirmó el pasado martes en una entrevista concedida a RNE que se mostraba partidaria de modelar la Ley Orgánica de 1983 que establece los condicionantes para regular el derecho de manifestación en espacios públicos. Cifuentes hablaba de reformar dicha ley como único medio para evitar los cortes de tráfico constantes en las mismas zonas urbanas. Añadía además que la reforma produciría efectos positivos en todos los comerciantes afectados durante años por las manifestaciones. Pero incluso ella reconocía que modificar esa Ley Orgánica, podría acabar provocando la reforma del artículo 21 de la Constitución Española. En ese artículo el derecho a la manifestación se entiende como un derecho fundamental al servicio de la libertad de expresión y por tanto como garantía constitucional de la democracia. Su modificación obligaría a un apoyo mayoritario parlamentario y por el momento ni el Ministro de Justicia Alberto Ruíz Gallardón, ni el Fiscal General Torres-Dulce están por la labor.


Pero la estrategia de Cifuentes si algo tiene de positivo es que obliga a reflexionar. En una ciudad como Madrid donde se llevan produciendo en lo que va de año más de 2.200 manifestaciones, ¿sigue vigente el sentido histórico del derecho a manifestarse?. La manifestación siempre ha sido utilizada como el mecanismo para dar visibilidad a un problema. Pero si detrás de ese mecanismo no existen unos pilares capaces de sustentar demandas y obligaciones, de poco sirve la visibilidad. Las manifestaciones del 25-S precisamente fueron un ejemplo. "Ocupa el Congreso" (un lema del que se ha hablado mucho en los medios sin mencionar en ninguno que el conflicto era más lingüístico que otra cosa al tratarse de una traducción fiel al eslogan americano "Occupy  Wall Street") tenía visibilidad en Atocha o Sol, pero más allá de la calle se desvanecía al no contar con manifestantes que trabajasen por la causa. Las manifestaciones se han convertido en la forma, pero falta la argumentación.

Intentar garantizar la buena circulación en grandes ciudades con manifestaciones diarias puede sonar a medida casi angelical. Si a ello le unimos que Cifuentes vela por la supervivencia de unos pobres comerciantes resignados a aguantar, la reforma roza la perfección. Pero la realidad es otra. Se nos vende aire y mientras la cortina de humo impide que nadie vea la intención real de la delegada. Un cambio en el derecho a manifestarse en los núcleos urbanos permitiría que todas las manifestaciones que se esperan desde el gobierno como reacción a las nuevas medidas aprobadas por Rajoy a partir de noviembre, pasasen a celebrarse a la afueras. Y en esas zonas la repercusión mediática sería considerablemente menor. Se suprimiría visibilidad. Y como el derecho a manifestarse hoy por hoy en España supone en muchos casos simplemente esa visibilidad, no existiría rechazo alguno más que el silencio.

El derecho a manifestarse podría llegar a modificarse, pero de nada serviría dicha modificación si existiese un trabajo constante dentro y fuera de la calle. El derecho a la libre expresión es vital, pero también el derecho a luchar por algo que inicialmente puede considerarse un simple ideal. Si la protesta entraña unión, trabajo y bases, el derecho a comunicarla aparece casi de forma natural. Otra cosa es que hoy en día prefiramos culpar al mandatario, antes de mirarnos a nosotros mismos. Quizás con un poco más de autocrítica, el derecho a la manifestación pasaría a ser más fuerte y por supuesto, menos moldeable.

El otoño ha llegado y sin embargo, los intereses políticos siguen pesando más que los intereses ciudadanos. ¿Acaso eso es también sólo culpa de los políticos?

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Ver, oír y callar

Cuando en España ya creíamos que nos habían quitado tantas cosas que ya no nos podían quitar más vemos que sí. Es así: todo siempre puede ir a peor. Una ya hasta hace apuestas con los amigos sobre qué será lo próximo que nos prohíban, y lo peor es que ahora parece que tampoco podemos protestar.

La propuesta o sugerencia de la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, acerca de modificar la ley de manifestaciones, ha sido como tirar la piedra y esconder la mano. Tras soltar esta perla y ver las reacciones más bien  desfavorables hacia ella de algunos jueces y policías, entre otros, afirma ahora que solo pretendía abrir un debate y que tampoco sabría qué cambios deberían hacerse. Incluso el ministerio del Interior ha tenido que salir a decir que no tocarán esa ley. Otro de tantos ridículos totales de nuestros políticos.

Puntualiza el flamante presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, que no se trata de suprimir ese derecho sino de ordenar su ejercicio. Quizá quiere decir con eso que será él quien dicte las consignas que deberán corear los manifestantes y, ya de paso, que los policías volverán a vestir de gris. También dice que "no se puede colapsar una ciudad permanentemente, impidiendo al resto de ciudadanos circular libremente". ¿Entonces qué podemos hacer? ¿No nos permitirán ni abrir la boca mientras los de arriba pisotean nuestros derechos, nuestro futuro y el de nuestros hijos? Todo esto suena a una vuelta a los tiempos dictatoriales. Antes eran unos valientes los que se manifestaban. Ahora también lo son (siempre y cuando sean pacíficos, que hay de todo). Y eso que manifestarse es un derecho constitucional.

Para rematar la función la alcaldesa Botella dice que estas protestas solo hacen que se tenga que gastar más en limpieza y seguridad y que a la vez dan muy mala imagen de Madrid y de España de cara al exterior. A lo primero: vale, pero si hablamos de gastos que diga por qué su partido (a nivel nacional) votó en contra de limitar los sueldos de alcaldes y presidentes de Comunidades Autónomas, propuesta por UPyD y que fue rechazada por todos los partidos. Que diga también por qué sigue en pie el proyecto de los Juegos Olímpicos de 2020, cuando Madrid sigue endeudada hasta las cejas y precisamente eso sí traería ingentes gastos en seguridad y limpieza. 

Y a  lo segundo: ¿preocupada AHORA por la imagen exterior de Madrid y de España porque ha habido unas cuantas manifestaciones? La imagen de nuestro país lleva ya un buen tiempo herida de muerte tanto hacia el exterior como hacia el interior gracias a la sarta de ineptos que se han ido alternando en el poder en la última década, y en lo que estos no hagan de verdad por reflotar la economía, reducir notablemente el paro y no recortar en áreas tan vitales como la educación, la sanidad y la investigación científica España seguirá pareciendo lo que es: una monarquía bananera. 

Ahora que el tema de los independentismos vuelve a estar más de actualidad que nunca, ay si se permitiera a la gente proclamarse oficialmente apátrida: quedarían cuatro gatos como españoles, seguro...


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