En este país falta empatía y sobretodo, falta sentido de la
responsabilidad. La RAE define responsabilidad como: "la
obligación de responder ante ciertos actos o errores". Bonita
definición para contextualizar la situación actual en la que se
encuentra el ente público RTVE.
Esta misma semana se conocían los datos de la tercera oleada del EGM (Estudio General de Medios). Trabajadores y ciudadanos esperaban
un batacazo histórico, y así ha sido. RNE pierde más de medio
millón de oyentes y regresa al cuarto puesto de generalistas por
detrás de la SER, Onda Cero y COPE. Pero lo peor no son los datos,
lo peor es la sensación interna que se percibe dentro de la propia
emisora. Ni la directiva ejerce responsabilidad, ni nadie espera que
vaya a hacerlo.
Los cambios en la programación de RNE empezaron en
septiembre de este mismo año. Ni Juan Ramón Lucas, ni Toni Garrido,ni Javier Gallego tendrían cabida dentro de la emisora pública.
Cambios en los contenidos y en las voces, y avance hacia lo
antiradiofónico. Y lo peor no es que la línea editorial cambiase,
que también, en una emisora que debería ser apolítica. Lo peor es
que RNE suena gris desde septiembre en cualquier franja horaria del
día. Manolo HH en vez de despertar a nadie, logra volver a acostar a
los españoles. Los informativos carecen de viveza en un medio donde
el sonido lo es todo. Los ciudadanos han dejado de opinar pluralmente
en el que debería ser el mejor vahículo público para hacerlo. Y la
programación, se ha convertido en un cajón contenedor de tristeza.
No importan las historias y ahora, tampoco las
audiencias. La información se hace a golpe de escaleta y la cercanía
al público se ha convertido en algo accesorio. Ya no hay crítica,
ni contextualización, ni algo tan importante como la reflexión. Y
aún tenemos que dar gracias porque no se han cargado la cultura.
Lo cierto es que los que estamos dentro nos sentimos
cuanto menos impotentes. Los trabajadores reconocen abiertamente que
RNE está haciendo las cosas mal. Afirman que suena triste y que
mientras no se produzcan cambios, el declive no parará. Pero también
defienden que en radio los cambios son lentos y no pueden hacerse de
forma radical. Bien, yo me pregunto... ¿acaso el de septiembre no
fue un cambio radical?
Y en todo este caldo de cultivo de pérdida de
oyentes, tenemos la guinda para el pastel: un posible ERE que dejaríaen la calle a 1800 trabajadores de RTVE. Pero además, existe una
reglamentación desconocida que impide que hasta el 1 de enero de
2013 se contrate a ningún nuevo periodista en el ente público. ¡Hay
oportunidad entonces para el año que viene!, pensarán muchos. Pues
no, no la hay porque el Presidente de la coorporación, Leopoldo
González Echenique, reconoce que con la deuda que arrastra RTVE
desde que se quedó sin publicidad, no hay dinero para nuevas
contrataciones. Lo que no cuenta Echenique es que varias empresas
publicitarias han propuesto a TVE financiar su deuda si esta vuelve a
programar publicidad en sus emisiones. ¿Y por qué no lo cuenta?
Porque varias cadenas de televisión privadas están presieonando al
gobierno de Rajoy para que RTVE no acepte ese cambio que claramente
las perjudicaría.
Vamos, que aunque jóvenes periodistas como yo
creamos en el servicio público y acudamos cada mañana con toda la
lusión del mundo a RNE, pensando que podemos cambiarla, nos
encontramos con que los intereses pesan más. Intereses económicos y
políticos, sí. Y ahora también, intereses que no tienen en cuenta
los índices de audiendias, ni el concepto de servicio público de
calidad. Intereses faltos de responsabilidad y sobretodo, intereses
compartidos exclusivamente por una dirección que ha dejado de
representar a todos y cada unos de los periodistas que desean que RNE
vuelva a ser lo que era: una emisora plural, cercana y divulgativa.
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