jueves, 31 de mayo de 2012

El hedor de Bankia

Hasta hace no mucho Caja Madrid parecía una entidad sólida, y su nuevo presidente, Rodrigo Rato, tenía cierto prestigio en el campo económico. Pero de pronto, en septiembre de 2010, a alguien se le ocurre fusionar seis cajas de ahorros con la madrileña para crear, según afirmó Rato, "un campeón nacional" de la banca. Para reestructurarse, la nueva entidad despidió o prejubiló a más del 10% de sus empleados y solicitó además casi 4.500 millones de euros al Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB). Mal empezábamos. Las fusiones siempre dan miedo.

"Éste no será un banco más, que sólo busque el beneficio de unos accionistas, ya que en este caso, sus accionistas somos las cajas y creemos en la importancia de los intereses colectivos para inspirar la actividad financiera", expresó Rato en ese momento. 

Menuda profecía. Menos de dos años después Rato dimite porque Bankia se encuentra al borde de la quiebra, al haber tenido el grupo unas pérdidas de más de 3.300 millones en 2011. Es decir: la fusión había sido un error total (lo ha reconocido ahora el ministro de Economía), y encima la entidad había salido a Bolsa, con lo que ello conlleva. Una auditoría externa revela que el grupo está muy sobrevalorado para lo que en realidad es, y entonces todo vuelve a oler mal: se dice que Bankia necesitaría una inyección de 10.000 millones, justo cuando se anuncia que habría recortes y ajustes en Sanidad y Educación por esa misma cantidad. 





Pero la tostada empezó a oler cada vez peor cuando se anunció que finalmente la cantidad necesaria alcanzaría los 19.000 millones (así el Estado se convierte en accionista mayoritario del grupo), cuando se descubre que uno de los directivos de Bancaja tiene derecho a una pensión de casi 14 millones de euros (aunque ahora él mismo ha aceptado revisar ese acuerdo) y cuando se ve que todo este desastre no parece que vaya a ser investigado por el Parlamento. Las razones las expone muy bien el periodista Carlos Segovia en un artículo en su blog. Se resume más o menos en lo de siempre: nadie quiere investigarlo a fondo porque todos tienen trapos muy sucios que ocultar.

La mujer del César no solo tenía que ser honrada, sino además parecerlo. En España se está tratando de tapar al resto del mundo los escándalos y/o errores como el de Bankia para evitarnos perjuicios, como el rescate económico del que tanto se habla últimamente. Pero, a estas alturas, de puertas para dentro todos vemos de sobra lo que hay: que aquí ni son honrados ni lo parecen.


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Bankia y la cultura de la irresponsabilidad

Hablar de Bankia es hablar de cultura de la irresponsabilidad. Permitir un rescate bancario de tal magnitud en un país cercano a la quiebra, y hacerlo sin depurar responsabilidad alguna, es algo que sólo pasa en España. Porque España es ese extraño lugar en el que banca y política han llegado a confundirse de tal manera que una dimisión forzada por la puerta de atrás es suficiente para tener a los ciudadanos contentos. Nadie explica nada, la ley del silencio se convierte en la política de gobierno única. Se convocan ruedas de prensa en las que no se dice nada nuevo y los únicos que plantan cara a los responsables, proceden de un sindicato vertical y minoritario llamado “Manos limpias”. Por ello, y para evitar el silencio ciudadano, se hace necesario explicar qué es Bankia y cómo hemos llegado hasta aquí en menos de un mes.

El 7 de mayo el gobierno español anunció que llevaría a cabo una inyección de capital de hasta 10.000 millones de euros a devolver con un interés anual del 8% en la entidad Bankia. Lo haría en forma de ayuda del Fondo deReestructuración Ordenada Bancaria creado en 2008 para apoyar a las entidades financieras afectadas por la crisis. La decisión provocaba en apenas unas horas la dimisión de Rodrigo Rato como director de la entidad y su sustitución por un valiente José Ignacio Goirigolzarri. Tan solo dos días después, Rajoy anunciaba la nacionalización por parte del Estado del banco de ahorros. Una nacionalización que supondría al Estado un coste de 19.000 millones de euros. En medio de la confusión, Bankia anunciaba que no tendría que devolver ese dinero.

A partir de entonces y hasta el 28 de mayo, el gobierno permaneció sin hacer ningún tipo de declaración formal sobre el tema. El lunes de esta misma semana, después de la jornada de suspensión temporal de la cotización en Bolsa de Bankia el viernes 25, el presidente decidió dar la cara. Mientras Bankia caía en el IBEX más de 13 puntos y la prima de riesgo española alcanzaba los 511 puntos, Rajoy sorprendía a los periodistas anunciando una rueda de prensa con apenas dos horas de antelación. La rueda de prensa se celebraba en la sede del PP sin lógica alguna y de ella se esperaba una declaración clarividente sobre la nacionalización de Bankia. En vez de eso, el presidente evitaba pronunciarse sobre Bankia argumentando que aún no conocían el estado real de sus cuentas y defendía que se trataba de un proceso de saneamiento para la futura venta de la entidad. Una venta que en palabras de Rajoy, supondría beneficios en un futuro a medio plazo. El gallego afirmaba además que la subida de la prima de riesgo era totalmente independiente de la caída en bolsa de Bankia. La incertidumbre no podía ser mayor.




El miércoles 30 la prima de riesgo española alcanzaba su máximo histórico, los 540 puntos. Según los expertos económicos el fin absoluto aparece con los 600 puntos. Lejos de haber logrado crear confianza, Rajoy había conseguido que las acciones de Bankia pasasen a valer un 60% menos que cuando salieron a bolsa en verano de 2010. Un dato que añadido a la cifra de 3.318 millones de pérdidas de la entidad que se daba a conocer ese mismo día, poco ayudaba a confiar.

A partir de este momento la intriga pasaba a ser absoluta. Europa tachaba la decisión del gobierno español como “la peor que podría haber tomado” y el BCE frustraba las esperanzas españolas negando que se fuesen a realizar inyecciones directas de capital en los bancos estatales. Rajoy culpaba a Grecia y sus elecciones del batacazo. El Ministro de Exteriores J. M. Margallo hacía lo propio con los que pitaron al himno. Bankia llegaba a caer un 15% en bolsa. Y el PSOE pedía una comisión de investigación a Bankia en el Congreso.

Y mientras, los ciudadanos españoles seguían preguntándose dos cosas: ¿dónde estaba Rato? y ¿de dónde iban a salir los miles de millones de euros necesarios? Muchos respondían con caceroladas minoritarias. Unos pocos con una demanda admitida a trámite contra Rato. Y la mayoría, con la sensación de no entender nada salvo ese miedo al recorte que les viene persiguiendo en los últimos meses. Porque en el fondo, ese es el conflicto de la nacionalización de Bankia. Puede que existan motivos para ella, pero mientras no se expliquen y se depuren responsabilidades, todos seguiremos sin entender nada. Y un país donde los propios ciudadanos han dejado de entender la economía que les da de comer cada día es mucho más preocupante que el miedo a una quiebra. De la quiebra se sale con ideas, del vacío y del silencio no.

Si queremos evitar un rescate financiero lo primero pasa por crear responsabilidad de Estado. Luego ya habrá tiempo para generar confianza. Y no hay más ejemplo de responsabilidad que el de un presidente que se sienta ante sus ciudadanos y les explica el cómo y el por qué. Suárez lo hizo en su momento y quizás por ello es recordado por sus seguidores y sus detractores. Una ciudadanía informada es una ciudadanía consciente. Y la consciencia es la única capaz de sacar al país del caos. Un caos que algunos siguen sembrando inteligentemente. Porque sí, lectores. Algún día la crisis pasará y el viejo modelo volverá a asentarse. Eso al menos, es lo que quieren nuestros gobernantes.


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jueves, 24 de mayo de 2012

Entre goles y demagogias


El fútbol siempre ha sido el ring perfecto para la politización. Con él se logra crear odio y unión a partes iguales. A través de él se olvidan las penas y el futuro. Y quizás por ello, es el único deporte comparable a la política actual. Porque al igual que si de un campo de fútbol se tratara, los partidos políticos han logrado esta semana rebajar el deporte hasta el calificativo de vergüenza. Una vergüenza que muchos han escenificado en la respuesta de Esperanza Aguirre a la Plataforma pro selecciones.

La Plataforma pedía a los asistentes al partido de la Copa del Rey entre el Barça y el Athletic que escenificasen su rechazo a dicha competición a través de pitidos y gritos contra el himno, el Príncipe y el Estado centralista español. Aguirre por su parte solicitaba en respuesta a esa iniciativa, que si finalmente salía adelante, el partido se celebrase a puerta cerrada. Resulta curioso que el rechazo ciudadano haya sido mucho mayor contra esta última acusándola de hacer política con el deporte. La pregunta es: ¿acaso la iniciativa de la Plataforma apoyada por diputados de CIU, Amaiur, ERC, BNG y ICV no estaba politizada? ¿Acaso esa misma Plataforma representa a los equipos que jugarán el partido? Y lo más importante, si es así y los equipos afectados se sienten representados por dicha plataforma y por sus tesis, ¿por qué no se oponen a jugar la Copa del Rey?

La metedura de pata de Aguirre lo es por su oportunismo político y por servir de cortina de humo para esconder sus conflictos presupuestarios. Pero la intencionalidad de la Plataforma es mucho más demagógica. No sólo les viene bien que los equipos jueguen. Así consiguen protagonismo. Además, les sirve para una vez más sacar a la luz sus ansias oportunistas. Porque detrás de la Plataforma vasco-gallega-catalana no hay espíritu deportivo, hay lucha política. Algo que sería muy respetable si de una vez por todas se atrevieran a reconocerlo. Fomentar el deporte es saber aceptar la pérdida frente al adversario y las selecciones nunca han sabido aceptar perder su tren frente al de los equipos que compiten en la liga española.

Una selección compite contra otras selecciones y no contra equipos. Los equipos forman las selecciones y por encima de todo ello están los planteamientos personales de cada jugador que decide representar o no a su selección, ya sea nacional o autonómica. Una selección no impulsa campeonatos como el que abanderó la catalana en el año 2000 para crear un “Campeonato europeo para naciones sin Estado”. Si eres una selección con carácter independentista te consideras Estado. Y si eres selección deportiva sin carácter político, te dedicas a realizar campeonatos anuales como cualquier equipo de segunda. No te hacen falta 1,2 millones de euros anuales donados por tu gobierno autonómico.

Porque en el fondo, lo que hay detrás de la Plataforma pro selecciones no es más que el intento de reflotar el viejo ideal de aquel fracasado Galeusca que nadie recuerda a pesar de su importante pasado histórico en España. No se trata de deporte, se trata de política. La diferencia es clara. En el deporte gana la superación. En la política el egoísmo. Si el camino que ha elegido la Plataforma es el segundo, al menos que sea honesta. Aguirre lo ha sido. Puede que muchos no compartamos su opinión al creer que pone en jaque la libertad de expresión, sí. Pero quizás deberíamos primero plantearnos si una Plataforma que dice a los demás lo que tienen que hacer, no es también un acosador contra esa libertad de las personas. En España no contamos con “Amaneceres dorados” como los griegos en la política. Al menos, no en el Congreso. Pero cosas de este tipo me hacen plantearme cada vez más si llegaremos a ello. Por el momento, sólo nos queda decir aquello de... “que gane el mejor”.


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Aguirre, experta en cortinas de humo

Esta semana la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, volvía a sorprendernos al expresar que, ya que se había anunciado que en la final de la Copa del Rey se iba a pitar al himno (y seguramente también al Príncipe), dicho partido debía suspenderse y jugarse en otro estadio a puerta cerrada. La mayoría de los partidos, incluso el suyo, han rechazado sus declaraciones.

No es que Aguirre se piense que cualquier cosa que pida se hará (bueno, a lo mejor sí lo piensa), como suspender un partido a su antojo. No es que esté politizando un deporte que es solo eso, un deporte. A ella no la importa absolutamente nada el fútbol ni haber incitado a los aficionados a silbar aún más, como repuesta a su absurda propuesta. Tampoco la importará, seguramente, que los asistentes a la manifestación de la ultraderecha que tendrá lugar en Chamberí en las horas previas al partido puedan acercarse después al Vicente Calderón a ver si pueden hacer algunos amigos, ya sean athléticos o culés.

Porque a Aguirre lo único que le importa es ella misma. Soltó su ocurrencia el mismo día en que en su Comunidad se producía una huelga en la educación pública por los recortes que está sufriendo el sector, y un día después de que se conociera que el déficit de la región que gobierna es el doble de lo que se pensaba.

Si uno se da cuenta de estos dos detalles sabe que no puede ser casualidad que hiciera esa declaración gratuitamente y justo en el momento preciso. Fue otra de las cortinas de humo a la que ella y tantos otros políticos nos tienen acostumbrados, tanto, que ya ni hacen efecto, por lo menos no en los que estamos informados. 

Lo curioso es que aquí esa declaración no fue precisamente gratuita. Que se la había preparado para desviar la atención sobre otros temas está claro, pero según se lee en el blog de Arcadi Espada en elmundo.es el montaje fue total. Aguirre podría haberlo dicho simulando que se le acababa de ocurrir, pero no: en su lugar habló con una persona con la que iba a coincidir en una entrevista radiofónica y le pidó que le preguntara acerca del fútbol y la pitada. Cierto es que este tema ocupó apenas un 10% del total de la entrevista, pero la duración es irrelevante: la cortina de humo ya estaba echada, y ese era el objetivo.

Ahora solo queda esperar a ver cómo transcurre todo el viernes, con el ambiente ahora muy caldeado, y eso que las dos aficiones no son de las que se llevan mal entre ellas. Pero como al final se acerquen los de la ultraderecha de la manifestación, la policía va a tener mucho trabajo. Y, al final, el fútbol quedará una vez más convertido en todo lo que no debería ser: política y violencia. 

Señores políticos: déjennos disfrutar a los que nos gusta este bello deporte y no intenten contaminarlo. Y déjennos también de cortinas de humo, que hartan mucho, muchísimo, porque pocas cosas hay peores que el ser tomado por tonto.


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jueves, 17 de mayo de 2012

El miedo al magenta

A Rosa Díez no la dejan en paz. Cuando se fue del PSOE la tildaban de traidora, y más de uno pensaría que, desencantada de los socialistas, se habría vuelto de derechas. Y al ver la deserción al PP no se le ocurrió que pudiesen tener en ella una aliada (por eso de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo), ya que los intereses de estos y de UPyD, el partido de Díez, eran distintos.

Ahora que UPyD ha pactado en Asturias con el PSOE e IU para gobernar en el Principado el PP no debería echarse las manos a la cabeza, como ha hecho. Es absurdo. Además habría que ver si un gobierno de coalición  PP-Foro se sostenía, dado que el fundador de este último, Francisco Álvarez Cascos, es a su vez un desertor del Partido Popular. En el caso de UPyD los populares no han querido aceptar sus propuestas (se ve que para ellos el significado de la palabra 'pacto' es "nosotros decidimos y el resto que obedezca"), que no eran ni muchas, ni ilógicas, ni dañinas, ni complicadas: el cambio en la ley electoral (que las tres circunscripciones pasen a ser solo una, para que los votos tengan igual valor sean de la localidad que sean), la fusión de municipios, el cumplimiento del déficit y la salvaguarda de los servicios públicos. Ahora dirán que Rosa Díez es roja, comunista y todos los derivados que se les ocurra. Qué manía la de este país por poner etiquetas. Parece que muchos no se sienten cómodos sin saber si un partido es de derechas o de izquierdas, en vez de preocuparse solo por las ideas que este defiende.

Tanto PP como PSOE creyeron desde el principio que UPyD, por ser un partido de reciente creación, no tendría mucho éxito, e incluso seguro que alguno pensó que el proyecto no duraría y que habría sido poco más que una rabieta de Rosa Díez. No ha sido así, y lo que se está viendo asusta a los partidos ya consolidados. UPyD nació poco antes de las elecciones generales de 2008 y consiguió en ellas un diputado, la propia Díez, que desde su solitario escaño batalló todo lo que pudo, aguantó estoicamente los improperios del presidente Zapatero y fue ignorada por el resto de grupos. 

En las últimas elecciones generales su partido consiguió cinco diputados. Ha tenido la mala suerte de que esto coincidiera con la mayoría absoluta del partido gobernante, pero aun así Díez y sus compañeros magenta siguen luchando, defendiendo sus ideas al Congreso, proponiendo medidas y criticando al Gobierno cuando procede (o sea, casi siempre). Siguen sin embargo siendo ignorados y a veces vapuleados, como cuando han presentado algún proyecto ante el Congreso, que se lo ha tirado por tierra, y meses después han visto cómo el Gobierno presentaba la idea como suya y la aprobaba. Ellos, en Madrid y en Asturias, aguantan y siguen mostrándose tal como son, con total honestidad, algo raro de ver en política. 

Efectivamente, el resto de partidos deben tener miedo. La marea magenta crece, poco a poco, pero crece.


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Juego de pactos, juego de niños


Al igual que si de un entretenimiento de niños se tratara, la política española ha pasado a estar dominada por un simple juego de táctica y estrategia. Atrás quedaron los principios. Hoy por hoy lo que importa es llegar al poder, aunque para ello haya que pagar cualquier precio. Y sino, que se lo digan al PSOE asturiano que ha visto como su futuro presidencial dependía de esa débil cuerda que han empezado a trenzar los partidos minoritarios. Unos partidos capaces de otorgar un gobierno y convertirse en la base del pluralismo político que tanto se ha solicitado en Sol el pasado fin de semana.

Hablar de Asturias es hablar de historia izquierdista. Desde aquella vieja huelga revolucionaria de 1934 que adelantaba lo que luego sería la Guerra Civil española, hasta el pasado sindical minero post-franquista. Asturias ha sido siempre roja. Tan roja como el rojo de las siglas del PSOE convertidas ahora en sangre. Porque sí, a pesar de las sonrisas forzadas con las que se presenta el socialista Javier Fernández (futuro presidente del Principado), el PSOE ha salido herido por segunda vez en menos de un año de su feudo natural.

El fracaso del PSOE y la actitud pasiva de una IU desterrada a un tercer plano han sido los dos elementos que han logrado convertir finalmente a UPyD en ganadora. Y es que ese partido que se presentaba por primera vez a las elecciones asturianas, no sólo ha logrado un resultado extraordinario en las urnas. Además, ha sabido priorizar su estrategia por delante de sus ideales. Al igual que si de una larga partida de ajedrez se tratara, UPyD ha esperado su turno, ha decidido con sabiduría y paciencia su tirada y ha dejado al adversario en jaque. Un adversario con nombre de PP que reacciona con pataleta de niño anunciando desde el gobierno central que Asturias es la única comunidad que no cumple con los principios de ajuste de déficit necesarios.

Y mientras, el inteligente ganador con su partida ya finalizada, puede pensar de nuevo en los principios. Porque el logro real de UPyD no ha sido decidir el gobierno del Principado. Su logro es mucho más épico. Condiciona su apoyo al PSOE a dos elementos fundamentales de su programa: la reforma de la ley electoral y la fusión de municipios. Jaque mate. El único partido capaz de mantener una estrategia para llegar a sus principios fundacionales. Frente a él, partidos sin rumbo fijo, ni estrategia definida.

El PSOE gobernará en medio de la inestabilidad, sí. Pero la lectura es otra. La inteligencia de un jugador novato y cauto ha sabido derrotar a la impaciencia de todos sus rivales ejemplificada en primera persona en un victimista Cascos. Un juego de astucia con disfraz de niño.



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jueves, 10 de mayo de 2012

Gris invierno para el 15-M




Es hablar del 15-M y venírseme a la cabeza “Noviembre”, la película de Achero Mañas en la que un grupo de jóvenes concienciados pretenden cambiar el mundo. Lo hacen desde la rebeldía y la improvisación. Son idealistas y críticos, pero les falta lo más importante: encontrarse a sí mismos para poder encontrar el camino que salve a la desorientada sociedad. Buscan, al fin y al cabo, lo mismo que aquellos miles de jóvenes que decidieron reunirse en Sol hace ahora un año para mostrar su descontento. Pero en la vida real no sirve sólo interpretar un papel, y ese ha sido el fallo del movimiento español.

El primer día que la plaza de Sol de Madrid se llenó el 20 de mayo de 2011, lo hizo con tres tipos de personas. Las que simplemente se acercaban a curiosear y carecían de compromiso. Las que veían en la protesta una buena forma de hacer teatro político. Y las que realmente creían en el poder de una protesta global que habría que convertir en movimiento para que arraigase. Los segundos pecaron de incautos. Los terceros de idealistas. En la esquina de los actores estaban los que se sentían orgullosos de salir a la calle con una bandera republicana o un cartel con garabatos anticapitalistas. En la de los románticos, gente preparada y con buenas intenciones, pero sin ningún tipo de organización necesaria.

Y así, entre rebeldías y falsedades Sol pasó a convertirse en el centro de la protesta mundial en apenas 10 días. Una protesta formalizada a través de una acampada que algunos se atrevían ingenuamente a denominar como el nuevo Mayo del 68. Un error que luego pagaría el movimiento en sus propias carnes. Porque sí, el movimiento triunfó en sus primeros días, pero la historia se escribe a base de tiempo y tiempo es lo que le faltó al 15-M. Sol quedó deshabitado y las asambleas empezaron a simbolizar el esperpento más perfecto que Valle-Inclán jamás habría imaginado.

Unas asambleas en las que se discutían los problemas de los barrios y no del país. Unas comisiones en las que no había líderes, ni tampoco orden. Un movimiento que lejos de mantener el objetivo inicial, acabó por convertirse en circo. Y aún así, muchas de las propuestas salieron adelante. La esperanza nacía cada vez que se frenaba un desahucio o se lograba apoyo parlamentario para reformar la ley electoral. Pero, el fallo seguía vigente. No se podía cambiar un sistema político, económico y judicial desde fuera del propio sistema. La calle no bastaba para llegar a traspasar la puerta del cambio.


Ahora, un año después, el 15-M decide volver a salir a la calle y esta vez con un gobierno previsiblemente más rígido en lo que a orden público se refiere. No puedo evitar preguntarme dos cosas. Uno: ¿esta vez van a volver a Sol los románticos comprometidos o sólo los partidistas disfrazados? Dos: ¿realmente se merecen que la gente les apoye después de haber dejado caer el movimiento por falta de responsabilidad y sobretodo de toma de conciencia? Lamentablemente la vida es más que una película y la primavera todavía no ha llegado al 15-M 2012. Si el movimiento quiere cambiar el mundo, primero debería empezar por demostrarlo. Sólo así podrá salir de ese gris invierno en el que se encuentra sumergido.


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Lo que pudo haber sido (y aún puede ser) el 15-M

Al principio el 15-M parecía buena idea. La gente salió a protestar contra las injusticias del sistema, algo que muchísima gente apoyamos. La cercanía de las elecciones municipales e incluso de las generales pudo influir en la protesta, de acuerdo, pero el motivo de la protesta era igualmente válido.

Cuando acamparon en la Puerta del Sol durante casi un mes por la cara, algunos comenzamos a mosquearnos, entre ellos los comerciantes de la zona y los viandantes. Hacían asambleas populares y todo parecía muy bonito y muy idílico porque mucha gente acudía a expresar su opinión, esa que nunca escuchan los políticos. Cada uno aportaba con mayor o menor acierto su idea para mejorar la sociedad.

Pero eran solo palabras, y hoy siguen siéndolo. ¿Y de qué sirve tener buenas ideas si no se ponen en práctica? Los del 15-M no paran de decir que son un movimiento horizontal que está fuera del sistema. Quieren debatir, pero también quieren cambiar las cosas. Y eso solo se consigue metiéndose en el sistema y cambiándolo desde dentro. 

Mal que les pese es así, y seguramente se dieron cuenta de eso hace mucho, pero entonces no entiendo por qué no han fundado ya un partido político para hacer de sus ideas una realidad. Las firmas necesarias para crearlo las conseguirían, con todos los seguidores que tienen y lo bien que se organizan en asambleas. ¿Y quién no daría su voto a un partido que quiere cambiar la injusta Ley Electoral, entre otras cosas? 

Basta ya de idealismos: con la horizontalidad y permaneciendo fuera del sistema no conseguirán nada. Pueden hacer todas las asambleas que quieran, pero sus debates, sus ideas y sus peticiones no aparecerán en los medios y por tanto llegarán a poca gente. Más tarde o más temprano las asambleas irán desapareciendo (comenzaron siendo 160 y ahora solo quedan 40), todo se parará y quedará convertido en un bonito sueño de lo que pudo hacerse pero nadie hizo.


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jueves, 3 de mayo de 2012

Mentiras y absurdos

Si hay algo que no soporto es que me mientan y que me tomen por tonta. No creo que a nadie le guste ninguna de estas cosas. Y en pocos meses he tenido que ver cómo el partido que se veía que iba a gobernar durante los próximos cuatro años prometía no subir los impuestos, ni poner ni el más mínimo copago en Sanidad, ni muchas otras cosas, para luego observar cómo hacían todo esto y más.



































































El otro día me decían: "Es que el PP llegó al poder y descubrió que el Gobierno no tenía un duro, y había muchísimas facturas sin pagar. Tendrán que sacar lo que necesitan de los impuestos". Uno puede llegar a entender esto, pero (y aquí es donde nos tomaron por tontos a todos), ¿de verdad nadie en el PP se dio cuenta entre 2004 y 2011 que Zapatero estaba dilapidando a pasos agigantados el superávit dejado por Aznar? ¿De verdad nadie en el PP fue viendo cómo crecían las deudas de las Autonomías y ciertas capitales de provincia, incluidas las gobernadas por su propio partido...? Una puede ser comprensiva, pero no ingenua. Se nos vendieron promesas muy bonitas que realmente no necesitaban para ganar las elecciones, teniendo en cuenta la desastrosa gestión socialista, y algunos se las creyeron. 

La solución que se ha tomado para reducir esa deuda (porque supongo que es el objetivo) han sido los recortes donde nadie debía tocar nada y las subidas en lo que nos afecta a todos. Sanidad y Educación han sufrido el tijeretazo; el IVA sube y en Madrid los precios del transporte público ya están a niveles estratosféricos. ¿Qué va a provocar toda esa austeridad? Precisamente más austeridad por parte de las familias, con lo que el consumo bajará y la situación seguirá sin remontar.

Mientras se sigue recortando no se toman medidas para crear empleo, que es lo que hace falta. Es el absurdo. ¿Tampoco el PP se da cuenta de que lo que hace aumentar el crecimiento de la economía es el consumo? No es tan difícil: hasta un niño lo entendería. En Estados Unidos están saliendo de la crisis, entre otras cosas, gracias a los planes de estímulo de la demanda y a las ayudas a la banca para que concedan créditos con tipos de interés bajos (en España cuando se conceden esas ayudas es para que se las repartan los directivos). Aquí no aprendemos: seguiremos a la cola de todo, pero gracias a los recortes en Educación las generaciones venideras no serán conscientes de que llevamos años y años estancados. Por favor, señores gobernantes: sigan de una vez el ejemplo de Estados Unidos.


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¡Ay, Dolores!


Dolor. Ese es el único sentimiento que pasa por la cabeza de los españoles después de que esta semana el gobierno diese a entender una nueva reforma tributaria para 2013. Y sí, una vez más nuestros ministros “dieron a entender” y no aclararon nada concreto, como viene ya siendo habitual. Si la base del gobierno de Zapatero parecía ser la improvisación, está claro que la del PP es la intriga. Una intriga que llevaba varios meses barajándose en los círculos periodísticos y parlamentarios. Y sin embargo, una intriga que sigue sin desvelarse ya que mientras Montoro recordaba esta semana que subir el IVA sería un error a pesar de que sea lo que nos piden desde fuera, su compañero De Guindos afirmaba que 2013 es el año perfecto para esa subida ya que nuestra economía crecerá un 0,2%. Bien, vayamos por partes si queremos aliviar el dolor.

Dice de Guindos que la economía empezará a crecer en 2013, pero hace una semana se aprobaron los presupuestos más austeros de nuestra historia por parte de este mismo gobierno apoyándose este en que la perspectiva era pesimista para los próximos dos años. Añade el ministro que la reforma laboral ayuda a que las familias puedan destinar más ingresos al consumo. Una reforma laboral encaminada a facilitar despidos y abaratar salarios, ¿realmente puede favorecer la inversión? Y hablando de inversión: el Partido Popular llevaba en sus propuestas electorales aumentar la inversión para recuperar nuestra economía. Gran parte de las empresas de este país pertenecen a las PYMES. Sus directivos tienen familias a su cargo. Familias que necesitan comer. ¿Ha pensado el señor Guindos en que posiblemente un padre prefiera dar de comer a sus hijos antes de invertir en su propia empresa? Consumir se va a seguir consumiendo lo mismo al tiempo que la inversión empresarial baja. Hacen falta medidas rígidas, sí. Hace falta un control más exhaustivo del gasto público. Pero quizás, provocar la tercera subida consecutiva de impuestos y la segunda del IVA después de que el PP llevase a cabo una recogida de firmas contra el PSOE cuando el anterior gobierno lo propuso en 2010, no sea la mejor opción.

Las presiones internacionales mandan. Alemania decide, España otorga. Pero, ¿es ético subir una vez más los impuestos indirectos? Digamos que es más rentable y lo rentable gana. Subir los impuestos directos provocaría que las rentas más altas se viesen más afectadas, pero con una amnistía fiscal aún sin regular, cabría la posibilidad de que la economía sumergida aflorase con facilidad. Castigar a los de siempre para ganar en estabilidad. Suena fácil si no fuera porque las cifras son estratosféricas. Harían falta 8.000 millones de euros para reducir nuestro déficit al 3% en 2013. Un déficit que hace meses que no deja de sangrar.

Lo curioso de la noticia es que se haya dado a conocer justo en las mismas fechas que la visita de la mano derecha de Merkel en el gobierno alemán a España. No se han dado datos claros. Una vez más la intriga reina y los ciudadanos no saben si se van a enfrentar a una subida del 18% actual hacia el 20% o el 21%. Lo que sí queda claro es que la diplomacia gobierna. El PP de Aznar en el gobierno logró encauzar una economía debilitada a base de cifras. El PP de Rajoy parece intentar hacerlo a base de palabras. Una es de letras y no sabe mucho sobre algoritmos, pero... cuando se suman la simple diplomacia y la crispación ciudadana, el resultado no parece dar 8.000 millones de euros. El sumatorio resulta ser algo más parecido al “Ay, Dolores”.


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