jueves, 19 de abril de 2012

Buscando coherencia en la inconsciencia


Mientras los analistas internacionales se empeñan en describir el problema actual de España, la miopía económica nos impide simplificar. El problema de España no es otro que la confusión de conceptos. Asimilamos lo que oímos sin analizarlo. Escuchamos que el fallo del Rey ha sido irse de safari a África y no pensamos en lo realmente importante que se esconde detrás. Lo crítico no es que nuestro Rey se haya marchado a disfrutar de sus aficiones. Cada uno es libre para decidir como distribuir su ocio y por mucho que pueda indignar a los defensores de los animales, la parcela de intimidad es privada. Lo crítico no es que se haya ido o no sin avisar a la Presidencia. Lo verdaderamente hiriente es que don Juan Carlos lo haya hecho en un momento tan inoportuno.

El sentido de responsabilidad debe ser por encima de cualquier otra cualidad la exigencia básica para cualquier representante del Estado, ya sea elegido desde la vía legislativa o desde la sucesoria como en este caso. El jefe del estado debe cuanto menos ayudar a dar una cierta visión de estabilidad a un país que ha dejado que la prima de riesgo domine sus despertares. ¿Qué ciudadano extranjero puede percibir esa estabilidad mientras ve a nuestro rey malgastar 60.000 dólares en un capricho mientras los españoles no llegan a fin de mes? Coherencia. Sí, puede que ese dinero haya salido amable y gratuitamente del bolsillo de un rico empresario saudí llamado Mohamed Eyad Kayali, pero... ¿es coherente haberlo aceptado? Cuatro meses después de que nuestro rey pidiese “sacrificios” en su tradicional discurso de navidad, parece no existir ningún tipo de coherencia entre sus palabras y sus actos. Mientras los trabajadores españoles aceptan trabajar más horas de las estipuladas para mantener sus puestos de trabajo. Mientras los recortes en sanidad llegan a las capas más vulnerables históricamente intocables. Y sobretodo, mientras el futuro de los jóvenes de este país pasa por la privatización de su derecho a educarse, nuestro Borbón decide divertirse.

Pero, ¿alguien se ha preguntado qué hubiera pasado si el hijo de 1975 hubiera finalizado su viaje sin ningún incidente? Posiblemente, el 14 de abril de 2012, ese día en que curiosamente se celebraba el 81 aniversario de la proclamación de la II República española, hubiera sido un día más. Si el fallo del monarca fue grotesco, más lo fue el de su asistente de comunicación. La primera metedura de pata: no informar sobre el viaje. Segunda metedura de pata: no lanzar ningún tipo de explicación que pudiese salvar la situación. Tercera metedura de pata: Utilizar la excusa al más puro estilo dócil-infantil para lograr un perdón de los ciudadanos que logre el olvido pero no la reflexión. Y todo ello en el mejor caldo de cultivo: el sensacionalismo de unos medios nacionales más interesados en las debilidades del matrimonio real o en la falta de visitas al hospital (privado, por cierto) que en el hecho en sí.

Si la responsabilidad es exigible, el respeto también. Un jefe de estado debe dar la cara ante sus ciudadanos y ante el resto de países. Una excusa a modo de “no volverá a ocurrir”, no puede ser una solución. En España se necesitan soluciones a largo plazo. Se hace política de gobierno y no de Estado. Se planean estrategias a corto plazo. Que lo haga un partido político puede llegar a entenderse. Pero que lo haga un monarca que defiende como futuro la sucesión a manos de su hijo Don Felipe de Borbón, no tiene cabida. Si Juan Carlos cree fielmente en el modelo monárquico debería dar soluciones a largo plazo. Y ese tipo de soluciones necesitan base intelectual de fondo y sobretodo, reflexión. Cuando un niño de 6 años dice “no lo volveré a hacer” no lo hace reflexionando sobre lo que ya ha hecho. Su intención es más simple: conseguir que sus padres estén contentos y le dejen pensar en la siguiente fechoría.

Coherencia, responsabilidad y sobretodo: conciencia. Esos son los tres pilares básicos en los que debería construirse una jefatura de estado. Conciencia del modelo de bienestar social. Conciencia de luchar por lo público como único método que garantice el acceso a los bienes sociales por parte de todos los ciudadanos. Una conciencia que nuestro Rey parece también haber perdido ingresando en un hospital privado. Una conciencia que justificaría ese “Estemos juntos. España lo necesita” de su discurso del 2011. Si queremos una España unida, de todos y para todos, ese no es el camino.

Hoy mismo leía un artículo extremadamente lúcido de Héctor Esteban. En él se decía que al final de este safari de telediarios también podía sacarse algo bueno: “ha conseguido que los estudiantes de este país sitúen Botsuana en el mapa de África”. Si el lema de la II República española era el de la enseñanza libre como camino hacia la maduración personal y social, deberíamos alegrarnos porque una monarquía también ayude a crear esa educación aunque sea a fallos. Lo terrible sin embargo aparece cuando vemos que esa monarquía es la misma que cada vez se aleja más de la calle para saludar a su pueblo desde lujosos coches blindados y desde catedrales acordonadas. El tren de Juan Carlos I está llegando a su última parada. Quizás como decía Carlos Alsina la solución pasa por bajarse a tiempo para permitir la continuidad de un modelo encaminado a seguir existiendo en nuestro país.


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2 comentarios:

  1. Bueno, en primer lugar enhorabuena. Estoy encantado al haber descubierto tu faceta de articulista de opinión; y sobre todo al comprobar que no sólo a mí me gusta soltar chapazos a la gente. :D (A mí y a Alsina, al que veo que sigues teniendo como referente. Creo que es algo que yo heredé de ti xD).

    Yo venía básicamente a discutir una cosa (por discutir algo, no creas que es importante). Dices en el primer párrafo que "Cada uno es libre para decidir como distribuir su ocio y por mucho que pueda indignar a los defensores de los animales, la parcela de intimidad es privada".

    Pues mira, no. Me temo que un señor que ocupa un puesto vitalicio por razón de linaje y descendencia no tiene ningún tipo de derecho a mantener una vida privada. Es algo a lo que de hecho ha renunciado. Su cargo es en esencia una encarnación nominal de un pueblo y una nación. Si ese pueblo no puede elegir a un Jefe del Estado en ejercicio, y no solo en origen, quien lo ocupa no puede considerarse un ciudadano más, que de hecho no lo es. Lo que haga el rey debería ser de interés público las 24 horas del día. Con quién se junte el Jefe del Estado y quiénes le paguen un viaje, también. Sus aficiones cinegéticas y su postura con respecto a la conservación de la naturaleza es un asunto de mi incumbencia. Todo español tiene derecho a saber con quién negocia según qué cosas un tipo que vive de, por y para la representación institucional de España. Máxime cuando su yerno acaba de ser imputado en un delito de corrupción y él aparece reflejado en correos electrónicos.

    Y si esto le parece muy doloroso, que renuncie. Pero no. Una institución medieval no puede exigir derechos propios de los ciudadanos del siglo XXI. Si es rey, lo es siempre, y con todas las consecuencias.

    Y esto es todo. ¡¡Seguid mucho tiempo!! :D

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  2. Entiendo el argumento de que como es una autoridad impuesta y no electa tenga que asumir esa responsabilidad. Pero creo que una cosa es lo que haga en sus actos públicos y otra, su ocio privado. Claro que ojalá pudiésemos tener un jefe de estado elegido por todos, pero precisamente el hecho de que Juan Carlos haya sido impuesto hace que exista esa separación entre vida privada y pública. Zapatero o Rajoy han elegido ser presidentes y aún así creo que hay que diferenciar entre esas dos parcelas de su vida. Un rey que asimiló el cargo casi porque sí y sin esa convicción tiene el mismo derecho a su privacidad por mucho que nos duela a los que no compartimos esa idea de modelo de Estado.

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