No corren buenos tiempos para la monarquía española. Con
Iñaki Urdangarín imputado por presuntas prácticas delictivas como presidente
del Instituto Nóos y el joven Froilán con un pie atravesado por dispararse
accidentalmente, ahora ha sido el Rey quien ha dado que hablar por irse a
Botswana a cazar elefantes y lastimarse la cadera en el safari.
La afición del Rey por la caza es sobradamente conocida. Ya
en 2006 saltó la noticia de que aquel verano había abatido a un oso en Rumanía.
Aunque hubo quejas porque el monarca (que además ya era presidente de honor de
la asociación ecologista WWF) se fuera de caza, lo que se destacó no fue el
asesinato de un pobre animal. De lo que más se habló fue de que el oso,
Mitrofán, quien al parecer era muy querido en la zona por ser manso y hasta
cariñoso, había sido previamente emborrachado por los anfitriones de la cacería
para facilitar los disparos al invitado. Todo quedó así en una mofa por el
engaño al que había sido sometido el Rey.
Pero en esta ocasión todo es distinto. Con los cinco millones de parados en España y las deprimentes
noticias que cada día afirman que nada mejorará a corto plazo, no
sienta bien que el jefe de Estado se vaya de safari, le hayan invitado o no. Viendo
esto resulta casi irónico recordar que recientemente afirmó que la alta tasa de
paro juvenil le quitaba el sueño. El sueño quizá, pero no las ganas de cazar. Las
consecuencias no se hicieron esperar: quejas por parte de prácticamente todos
los partidos de la oposición y también de la opinión pública. Las redes
sociales hervían, y multitud de usuarios clamaban al cielo por el asesinato de
un animal o porque el Rey fue a un hospital privado en vez de a uno público
para tratarse la cadera dañada. Pero la crítica más unánime
fue la seguramente más lógica: que no están las cosas en España como para que
su jefe de Estado se vaya de viaje de placer mientras tanta gente lo pasa mal
en su país.
Sin embargo, algo bueno ha salido de todo esto. Don Juan
Carlos, o más probablemente sus asesores de la Casa Real (que se ve que son
mejores que los de la Moncloa), han sabido ver el descontento público que ha
provocado el inoportuno safari; y, por otra parte, han decidido que el Rey
debía disculparse públicamente, como le exigían algunos grupos parlamentarios,
entre ellos UPyD. En la mano de cada uno está creerse el “lo siento” y el “no
volverá a suceder”.
Está claro que los asesores de Zarzuela debieron hacer mejor su
trabajo antes de que el Rey partiera y decirle que el viaje no sería bien visto
(aquí caben tres opciones: 1) que no lo hicieran; 2) que sí le advirtieran,
pero el Rey no les hizo caso; o 3) que todos ellos pensaran que los medios de
comunicación nunca se enterarían). Pero una vez hecho el mal han sabido ver su
error, admitirlo y disculparse públicamente. Eso es mucho más de lo que ha
hecho cualquier político español en toda la democracia. Ellos sí que parecen
totalmente desconectados de la realidad cotidiana, ignoran los problemas de la
gente y cuando cometen errores (continuamente) nunca piden disculpas. Y, por
supuesto, muy rara vez dimiten.
El Rey no ha abdicado y no parece que lo vaya a
hacer pronto, pero en materia de comunicación les ha dado mil vueltas a los
políticos. Que el Rey sea consciente de su error y, como ha dicho, no vuelva a
repetirlo; pero que aprendan más aún los políticos, que al fin y al cabo son
los que rigen nuestros destinos, y se cuiden más de pensar bien antes de actuar
o hablar, de conocer las necesidades de la población y responder a ellas como
se merece, y sobre todo de ver sus equivocaciones y disculparse por ellas,
porque ya lo dicen: errar es de humanos y rectificar es de sabios.
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